martes, 13 de marzo de 2012

APTO


El especialísimo e inagotable plano de La Berzosa es siempre una buena vara de medir aptitudes técnicas. En un plano uniformemente invadido por el negro y el gris, por la roca y los afloramientos rocosos, es decir, en un plano difícil de traducir, el desnivel por lo general poco relevante, un terreno muy abierto, y una vegetación que sólo incomoda la carrera en zonas muy concretas, esto es, la velocidad, supone una torturante tentación en la que no es difícil caer. Sólo el control exhaustivo del ritmo, el esfuerzo máximo en la lectura, y la abnegación espartana por mantener la concentración, pueden mantenerte atado al palo mayor y a la fuerza ajeno a ese canto de sirena.

Con todo eso presente, que la experiencia es un grado, me posiciono el sábado en la línea de salida dispuesto a darlo todo por no sucumbir ante el alarde granítico, lo que en grado de parangón significará, dicho en puridad, quedar cerca de Su Solar Majestad Don Luis I “El Grande”.

También la experiencia me dice que situándose la salida donde se sitúa, la carrera comenzará dura y técnica (todo el desnivel se concentra en las tres, cuatro, o cinco primeras balizas) y terminará fácil y rápida (dado el predominio de la zona urbana y la forzosamente manida ubicación de los controles) y que, en cualquier caso, sólo en áreas muy concretas será posible abandonarse a la celeridad.

Empiezo cauto, reflexivo, y muy concentrado, es decir, lento. Ello no me impide arriesgar en la elección de ruta dos-tres y tiro por la calle del medio, es decir, prefiriendo seguridad (estoy seguro de que será fácil caer en la ruina a mitad de camino) a velocidad.

Tampoco me impide fallar en la seis. El fallo “no es grave”. Consciente del riesgo que supone seguir el itinerario que sigo (he decidido ir un poco más rápido a costa de perder algo de seguridad) me auto impongo un plan B: al menor atisbo de duda bajar a buscar la segura referencia del camino. La duda llega y enseguida pongo en marcha la alternativa programada sólo que con las prisas (y cierta ansiedad) la reubicación me cuesta un poco más de lo previsto.

De ahí hasta el final, sin renunciar a la cautela, la reflexión, y la concentración, la marcha es crecientemente fluida, rápida, e ininterrumpida (con sólo alguna pequeña duda “contagiosa”) y el resultado el mejor posible después del fallo en la seis: segundo (primero en términos regionales) y “no tan lejos” de “El Rey”.

O dicho de otro modo, superviviente y más que contento con la sensación de resultar apto.



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