lunes, 19 de noviembre de 2012

A loads of water.


A las 10:30 de la mañana del sábado coincidiendo, ay que joderse, con mi salida, el cielo empieza a desplomarse sobre nuestras cabezas allá por el Hoyo del Manzanares. El inmisericorde diluvio hace difícil leer, hace difícil correr, e incluso hace difícil pensar.

Así las cosas, para ir a pasar el primer control prefiero la seguridad y la certeza de los caminos lo que a juzgar por la importantísima diferencia de tiempo a mi favor que evidencian los winsplits resulta todo un acierto.

El único, porque a partir de ahí, resolver la ecuación propuesta por el trazador (grande, de guante blanco) se me hace, baliza a baliza, demasiado afanoso, demasiado complicado.

O quizá no el único porque todavía estoy por decidir si el hecho de que (incluso ya antes antes de empezar a correr) decidiese ejercer de orientador conservador me trae más o menos de lo que se lleva. Y es que, si bien es cierto que correr en adagio y en permanente estado de alerta me ayuda a mantener el control (creo que en espacios tan técnicos como el que habitábamos el sábado a mi no me queda otra) no lo es menos que contribuye a crear una tesitura de pátina pesimista, de desconfianza, incompatible con la precisión necesaria dentro del circulo. O dicho de otro modo no cometo grandes errores pero tampoco las clavo, y eso desde la tercera a la decimotercera baliza suma mucho tiempo.

Muy buena clasificación y por lo tanto sensaciones contradictorias: puedo estar contento con el mismo peso que puedo no estarlo, y lo que es más, por los mismos motivos.

No me digáis que no es grande esto de la orientación... casi filosófico.

P.D. Coming soon: el mapa

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