jueves, 26 de agosto de 2010

Final Sprint (WMOC y 3).


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La crónica. Es en la tranquila, coqueta, y relojera ciudad de Neuchâtel donde corremos la final del Sprint. Repuesto de la migración, a base de, a partes casi iguales, sueño y el típico rösti neuchâtelois (patatas y un queso del país muy poco “fitness” pero delicioso) afronto ésta desde otra perspectiva distinta a la que lo hice la primera carrera. No soy un apasionado de esta modalidad de galope, sirva como ejemplo que no lo he corrido nunca en la liga española, pero no me he hecho mil quinientos kilómetros para sólo ver el paisaje (el apabullante paisaje suizo) así es que la intención antes de salir es dar de sí, o de mí, todo lo posible.

De la clasificación saco una cosa en claro: un sprint urbano es un sprint urbano, igual en Madrid que en Helvetia, igual en liga citerior que en el campeonato del mundo, consiste en correr y en cantar intentando en el entretanto que la falta de oxigeno no te prive de la suficiente razón para no fallar. A ello me pongo, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Salgo decidido y fuerte (he llegado a Suiza bastante fino) y así me mantengo durante los dos primeros tercios de la carrera: no hay ni rastro de ansiedad, el discernir es claro, y las piernas obedecen al cerebro sin rechistar. Y estando en estas que me doy de bruces contra el plano. No consigo dar luz a lo que me dice la pintura en el ámbito de la baliza número 11. En lo más alto de la urbe, tal vez demasiado anhelante porque, generoso en el esfuerzo, he subido sin contemplaciones, no acierto a reconocer los recovecos del castillo y quedo trastabillado (esto que sigue lo descubro después porque en el momento no me pareció tan grave) más tiempo de lo que este tipo de competición permite. Desde allí hasta el final retomo el camino de las buenas sensaciones.

El error y quizá alguna elección de ruta posiblemente mejorable (aclaro que no estoy siendo ni irónico ni eufemístico) me alejan de los primeros puestos de la serie (la B).

Resultado: Me fui muy contento.
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Consideraciones Generales: Inmejorable ubicación para el centro de competición. Al borde del lago el apacible sesteo se alargó y ensanchó hasta que la tarde estuvo ya casi consumida (lástima que en Suiza, fuera de los bares, sea tan difícil encontrar una cerveza...)

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