Media. H-40
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Larga H-40.
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Apenas entrar en la Dehesa de Bramadero (hermosísimo nombre, opino) uno ya puede ver que semejante hacienda la creo la naturaleza para alimentarse las bestias y correr los hombres. Es un entorno mullido, limpio, templado, muy apacible, muy andaluz, muy extremeño, en el que descansan un relieve lene pero reconocible y un encinar interminable. Bellota y boñiga, jamón y lechoncillo, a partes iguales.
Semejante anfiteatro y casi cuarenta participantes entre españoles ilusos, perdón, y lusos, hacen la hache cuarenta la leche de interesante. Por cierto, los españoles salvo un par de contadas excepciones estamos todos.
El sábado casi diez kilómetros de línea rosa a buena velocidad y muy fluidos, y un catarrillo en ciernes, me dejan en las últimas físicamente pero muy bien ubicado en la clasificación entre españoles. Gracias a que el cartógrafo y la impresión del mapa dejan muy clara la curva de nivel apenas es necesario atender a otras referencias (a este respecto: los pasos obligados ayudan lo suyo, ¿quizá demasiado?, y mejor no utilizar los claros porque no es fácil distinguirlos). A pesar de ser carrera larga el trazador no nos pone en (casi) ningún brete a la hora de escoger ruta.
El Domingo, el mismo terreno ofrece una carrera muy divertida, muy vivaracha que, ya definitivamente (el resfriado no ha mejorado), me deja literalmente extenuado. Las claves hoy son las mismas que ayer: ataques directos apoyados en la inmejorable visibilidad y la fácil interpretación de los realces. En justa reciprocidad a tan generosísimo despacho de esfuerzo la clasificación me deja ver a muchos más contrincantes si miro hacía abajo que haciéndolo hacía arriba.
Un pedazo de correlín (sí, sí, el correlín), con mis hijos picados de hachazo en hachazo, me deja hecho un trapo.
Del after-o no se puede dejar de destacar la enorme paz de la Córdoba callada, el magnífico salmorejo (aunque ninguno pueda competir con el de mi mujer que es el mejor del mundo) y el decepcionante (es opinión personalísima) lechoncillo frito. Ah... y (juventud divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer...) el poder de la fer-o-mona que ya desde hace tiempo tiene al patio muy, pero que muy, revuelto...
Apenas entrar en la Dehesa de Bramadero (hermosísimo nombre, opino) uno ya puede ver que semejante hacienda la creo la naturaleza para alimentarse las bestias y correr los hombres. Es un entorno mullido, limpio, templado, muy apacible, muy andaluz, muy extremeño, en el que descansan un relieve lene pero reconocible y un encinar interminable. Bellota y boñiga, jamón y lechoncillo, a partes iguales.
Semejante anfiteatro y casi cuarenta participantes entre españoles ilusos, perdón, y lusos, hacen la hache cuarenta la leche de interesante. Por cierto, los españoles salvo un par de contadas excepciones estamos todos.
El sábado casi diez kilómetros de línea rosa a buena velocidad y muy fluidos, y un catarrillo en ciernes, me dejan en las últimas físicamente pero muy bien ubicado en la clasificación entre españoles. Gracias a que el cartógrafo y la impresión del mapa dejan muy clara la curva de nivel apenas es necesario atender a otras referencias (a este respecto: los pasos obligados ayudan lo suyo, ¿quizá demasiado?, y mejor no utilizar los claros porque no es fácil distinguirlos). A pesar de ser carrera larga el trazador no nos pone en (casi) ningún brete a la hora de escoger ruta.
El Domingo, el mismo terreno ofrece una carrera muy divertida, muy vivaracha que, ya definitivamente (el resfriado no ha mejorado), me deja literalmente extenuado. Las claves hoy son las mismas que ayer: ataques directos apoyados en la inmejorable visibilidad y la fácil interpretación de los realces. En justa reciprocidad a tan generosísimo despacho de esfuerzo la clasificación me deja ver a muchos más contrincantes si miro hacía abajo que haciéndolo hacía arriba.
Un pedazo de correlín (sí, sí, el correlín), con mis hijos picados de hachazo en hachazo, me deja hecho un trapo.
Del after-o no se puede dejar de destacar la enorme paz de la Córdoba callada, el magnífico salmorejo (aunque ninguno pueda competir con el de mi mujer que es el mejor del mundo) y el decepcionante (es opinión personalísima) lechoncillo frito. Ah... y (juventud divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer...) el poder de la fer-o-mona que ya desde hace tiempo tiene al patio muy, pero que muy, revuelto...
1 comentario:
boñiga y bellota, jamon y lechoncillo!!!
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