martes, 4 de mayo de 2010

La buena VIDA (así con mayúsculas).

Como ya adelanté en mi última entrada que iba a hacer, el sábado fui a la bulliciosamente dominguera Casa de Campo a darme una paseo con plano aprovechando el entrenamiento que montaban los Imperdibles. Bien es cierto que el paseo se convierte en suave trote en caminos y suelos sin riesgo pero en general cumplo estrictamente mi plan de no poner en riesgo la integridad del tobillo (cada vez menos) lesionado.

El entreno me resulta divertido y bastante revelador: si la velocidad de la marcha no es muy alta soy capaz de interpretar bien el plano por muy pocos datos que éste ofrezca.

Con todo, hubo una baliza que se me hizo especialmente difícil (a juzgar por los comentarios posteriores a la carrera no sólo a mi): la cinco. Creo, y esto es una observación personalísima, que se me hizo complicada, por un lado, por fundamentar la orientación en la ubicación del control entre dos caminos, error grave en un plano como éste de la Casa de Campo en el que la red de caminos esta mínima y muy confusamente representada, y por otro, por no apreciar lo que al acabar, ya más reposadamente, se hace palmario: la característica cercanía entre las curvas de nivel en esa zona.
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Para terminar el entrenamiento un revuelto de boletus y vieiras, unas croquetitas de txangurro, y un par de cervezas muy, muy, frias en La Manzana (terraza recomendable, casi imprescindible, sobre todo en esta época o a últimas horas de los días de verano, que se encuentra allí mismo donde corrimos).
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El conjunto orientación-deleite culinario, consigue alejarme definitivamente de la rutinaria complejidad de la semana laboral y me sumerge delicada y deliciosamente en el maravilloso mundo del OCIO (así con mayúsculas).
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