martes, 19 de octubre de 2010

Love Parade



Media. H-40
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Larga H-40.
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Apenas entrar en la Dehesa de Bramadero (hermosísimo nombre, opino) uno ya puede ver que semejante hacienda la creo la naturaleza para alimentarse las bestias y correr los hombres. Es un entorno mullido, limpio, templado, muy apacible, muy andaluz, muy extremeño, en el que descansan un relieve lene pero reconocible y un encinar interminable. Bellota y boñiga, jamón y lechoncillo, a partes iguales.

Semejante anfiteatro y casi cuarenta participantes entre españoles ilusos, perdón, y lusos, hacen la hache cuarenta la leche de interesante. Por cierto, los españoles salvo un par de contadas excepciones estamos todos.

El sábado casi diez kilómetros de línea rosa a buena velocidad y muy fluidos, y un catarrillo en ciernes, me dejan en las últimas físicamente pero muy bien ubicado en la clasificación entre españoles. Gracias a que el cartógrafo y la impresión del mapa dejan muy clara la curva de nivel apenas es necesario atender a otras referencias (a este respecto: los pasos obligados ayudan lo suyo, ¿quizá demasiado?, y mejor no utilizar los claros porque no es fácil distinguirlos). A pesar de ser carrera larga el trazador no nos pone en (casi) ningún brete a la hora de escoger ruta.

El Domingo, el mismo terreno ofrece una carrera muy divertida, muy vivaracha que, ya definitivamente (el resfriado no ha mejorado), me deja literalmente extenuado. Las claves hoy son las mismas que ayer: ataques directos apoyados en la inmejorable visibilidad y la fácil interpretación de los realces. En justa reciprocidad a tan generosísimo despacho de esfuerzo la clasificación me deja ver a muchos más contrincantes si miro hacía abajo que haciéndolo hacía arriba.

Un pedazo de correlín (sí, sí, el correlín), con mis hijos picados de hachazo en hachazo, me deja hecho un trapo.

Del after-o no se puede dejar de destacar la enorme paz de la Córdoba callada, el magnífico salmorejo (aunque ninguno pueda competir con el de mi mujer que es el mejor del mundo) y el decepcionante (es opinión personalísima) lechoncillo frito. Ah... y (juventud divino tesoro, ya te vas para no volver, cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer...) el poder de la fer-o-mona que ya desde hace tiempo tiene al patio muy, pero que muy, revuelto...

lunes, 11 de octubre de 2010

Morte Ruelo



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Motilla del Palancar es un plano facilón, bien hecho, abundante de referencias, en el que (blanco y en botella) las carreras se ganan por velocidad. Además se da la circunstancia de que tanto el sábado como el domingo, tanto en la larga como en la media, se utiliza el mismo exacto plano, así es que, si el sexto día de la semana se va rápido, el último (toro ya toreado) se vuela. En definitiva: dos sesiones, inmejorable momento, en las que comprobar como llevo el asunto del control del ritmo y la fluidez, las dos cosas en las que más vengo trabajando desde principio de verano.

El sábado no lo hago mal. Voy de menos a más según gano en confianza, no pierdo el control en ningún momento, y a partir del segundo tercio de carrera soy capaz, incluso, de anticipar algún control. Un único fallo relevante (de quizá un par de minutos) me penaliza, dadas las circunstancias, más de lo normal en una carrera larga.

Con la confianza ganada el sábado, el domingo sólo cometo pequeños errores de precisión, que no consiguen amargar las magníficas sensaciones que tengo durante toda la carrera.

En un campeonato donde en la misma categoría coinciden los dos corredores que lideran la liga española en H35 (dos de los mejores de siempre) con los dos que la lideran en H45 (otros dos monstruos) y con otros ínclitos ilustres, mi objetivo más optimista pasa por ver escrito mi nombre en la sexta, séptima, u octava plaza. Esta última es la que obtengo en la media y la que hubiera obtenido en el caso de tener que sumar, al estilo liga nacional, los resultados de los dos días.

Objetivo cumplido.

¿Nos vemos en Córdoba?.