Aprovecho que la vorágine se
remansa para dejar escrito que desde el alfeizar de la ilusión de este niño
grande Peguerinos deviene en contento y libertad con solo pensarlo, con solo
esperarlo. Huyo a la profundidad del bosque: allá donde empiezan los miedos de
quienes no saben que es precisamente allí (donde descansa el olor a viento
fresco, el rumor del agua, la caricia del campo), donde reposa su alma...
donde quiero encontrar, yo, mi calma.
miércoles, 14 de mayo de 2014
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