He esperado hasta hoy para
escribir sobre la carrera de Villena de este pasado fin de semana porque recompuestos
ya el cuerpo y los ánimos de tanto estrago, las sensaciones, menos
condicionadas por el padecimiento y la fatiga (que son al juicio lo que el
roquefort a la carne: lo anulan por completo), son ahora más nítidas, mucho más
realistas.
Hoy lo veo claro: terrenos como
la casi primigenia y salvaje Sierra de Salinas y trazados como los ideados por
Samper son un lujo, un lujo caro, pero un lujo.
Qué hubo que pelear, contra casi todo;
que se padeció, cómo pocas veces; qué el monte nos empequeñeció, hasta lo atómico;
qué fuimos félices (ahora puedo afirmarlo sin duda) como pocas veces.
Os diré algo que algunos les parecerá mentira (seguro que es porque todavía no han descansado lo suficiente), ya estoy deseando volver.
Os diré algo que algunos les parecerá mentira (seguro que es porque todavía no han descansado lo suficiente), ya estoy deseando volver.