Aunque llego al triangulo de salida advertido: “el
Jukola se corre de otra forma”, “trust your compass”, “there’s only a way to
get the controls: the red line” “Route choice?, Where are you come from?.” ¿Do
you want me to advice you? Easy, it’s need just a word: Straight, no me
resisto, así de canelo soy yo, a coger el camino que sale desde el mismo triángulo
de salida y que, sólo dando lo que yo consideraba un pequeño rodeo, habría de llevarme
exactamente a donde quería ir, así es que de los diez tíos que salimos más o
menos en el mismo ritmo nueve se meten en el bosque y sólo yo voy por el camino
(... ridículo).
El aviso me llega pero por lo que
se ve no cala, porque dejo pasar el segundo autobús sin casi reparar en él
porque a esas alturas, apenas empieza mi recorrido camino del lejanísimo primer
control, todavía conservo la idea (además de canelo, también soy un poco tozudo)
de ir en plan orientación precisa hasta “coger confianza”. Claro, pasan el tercer
y el cuarto tren y yo, a por uvas, viéndolos pasar desde el andén.
A pesar de lo obstinado (creo
que) no soy tonto, así es que verme sólo en un bosque en el que en esos
momentos deben estar coincidiendo unas dos mil personas me hace replantearme, ¡¡¡¡por
fin!!!!, si esa orientación tan “elegante”, tan segura, y tan “disfrutada” que
estoy haciendo, no será sino un cagarro competitivamente hablando y entonces ya
sí, decido ponerme al lio.
El primer tren al que me engancho
que sigue la trocha que se corresponde con mi rumbo va despacio, lo que me
permite comprobar que, efectivamente, vigilando mucho la brújula, leyendo el
mapa lo justo (ni más ni menos), y manteniéndose muy alerta (hay "forking") en las inmediaciones
del circulo, esa forma de correr ofrece buenos resultados.
A la salida del tercer control yendo
un poco más allá y no sin esfuerzo porque aunque parezca mentira cuesta
adelantar saliéndose del atajo, decido acelerar el ritmo. Empiezo a tener
sensaciones Jukola al llegar al cuarto con precisión finlandesa tirando (¡yo¡)
de un grupo en el que a juzgar por el homogéneo color blanco de sus cabelleras
predominan los nórdicos.
Borracho de endorfinas, si no a
ver como se entiende lo que voy a contar, sigo incrementando el ritmo buscando
en el horizonte un tren algo más rápido. Llego solo a picar la quinta baliza
(puto emit, la de vueltas que hay que dar para meterlo en su sitio), pero
oliendo ya la sangre del último de los finlandeses (la nacionalidad la deduzco
de la bandera que adorna su fornida espalda) que integra el pelotón que se
convierte en mi siguiente objetivo.
En ese autobús aguanto un par de
controles porque el terreno se nos pone técnico y hace aflorar mis limitaciones
y porque, no me lo callo, “laparme” a otros que hacen el trabajo sucio me
permite descansar un poco.
No sé que le echan al
avituallamiento en Finlandia pero lo cierto es que tras echar un trago de
potingue rosa (bebida isotónica supongo) ya no veo motivo para no arriesgar incondicionalmente
(¡¡¡¡¡sepa dios cuando volverás a correr una carrera así, ves a muerte!!!!!) y
a partir de ahí me voy tirando al cuello de todo aquel corredor que se me pone
por delante. No recuerdo haber sido sobrepasado por nadie en el último tercio
de carrera a pesar de llevar adosados a la espalda, como si fuere yo bueno ;-), a unos siete tíos y una tía
que no dejaban de tirarme derrotes .
Menos la chica, todos sucumben cuando
llega el flat y puedo meter la sexta y así llegar casi limpio y sin equipaje al
laberinto que antecede a la baliza 333 (mi “cien”, que hay tres distintas).
Salgo indemne del galimatías de caminos y terraplenes gracias a los impagables
consejos de Alicia que ya nos había advertido de que allí, sobre todo allí, la
única manera de salir con vida era prescindir para orientarse de todo lo que no
fuera el rumbo. Como clavo los tres o cuatro controles que hay en el área y debe
ser que mi última acompañante no gozó con anterioridad a la carrera del mismo
asesoramiento que yo, al “control bridge” llego más sólo que la una y lo suficientemente
entero como para pegar una par de hachazos en el sprint final.
En la llegada mis compañeros me
informan de que he ganado (recuperado) más de un centenar de puestos.
Y de ahí, de todo lo anterior,
que hoy no me importe que sea jukola... digo lunes.