Del nuevo plano de la Dehesa de Mari Martín hay que destacar, sin duda, la penetrabilidad y suavidad del terreno que facilita carreras muy rápidas y una buena lectura del mapa. No es un plano que entrañe grandes dificultades técnicas, pero como ya se sabe que cuanto más rápido se corre más riesgos hay de errar en la decisiones que se toman, no hay que dejar de estar alerta en ningún momento. En definitiva, es un plano en el que van a ganar los mismos que ganan en todos los demás: aquellos de entre los que mejor sepan interpretar la pintura que sean capaces de desarrollar el nivel más elevado de esfuerzo físico y tengan menos momentos de perdida de concentración.
Hasta aquí lo obvio... o no tan obvio.
Como corro en R3 me enfrento a 7,3 kilómetros de poco desnivel y quince controles. La distancia, en principio excesiva para una carrera del tipo media, se explica por la servidumbres o limitaciones inherentes al plano. Buen trabajo de los trazadores del GOCAN que consiguieron una carrera, además de divertida, lo suficientemente exigente para cumplir con las expectativas de aquellos a los que nos gusta “correr”.
El sábado el calor (muy seco) ya a las nueve de la mañana es insoportable. Como por razones evidentes no sé lo que me voy a encontrar elijo pantalón largo y calzas, detalle este que no os doy por frivolidad sino porque en mi caso va a ser, en buena medida, determinante del resultado final.
Aunque no clavo la primera baliza, tampoco cometo un error de bulto en el acercamiento: me la he pasado, si, pero cuando lo advierto la tengo apenas a veinte metros.
La ruta hasta la segunda tampoco es para tirar cohetes pero tampoco me da mayores problemas: desde el control al camino (quizá voy demasiado directo) que recorro hasta su intersección con el tercero de los cortafuegos que he de encontrarme y de allí al río cuyo cauce sigo (acortando dos o tres meandros) hasta el cortado que busco.
En el camino a la tercera se da el primero de los dos problemas que convierten lo que podría haber sido una carrera muy rápida en una carrera sólo rápida. A mitad de camino, voy directo de la dos a la tres, saliendo a un cortafuegos, me encuentro con un cortado de aproximadamente dos metros y medio o tres que no es gran obstáculo y que, por tanto, me pongo a bajar sin contemplaciones. En el primer paso, que doy con la pierna izquierda, noto que la rodilla se bloquea al quedar la zapatilla atrapada en un pequeño agujero del terreno. El instinto de conservación de la integridad física de mi apreciada articulación me dicta la siguiente acción que no es otra que descargar de la rodilla el peso de mi cuerpo (todo a la sazón) dejando de apoyar la pierna que lo sujeta. Resultado: la caída libre de mis setenta y siete kilos sobre el costado izquierdo de mi, a partir de ese momento, maltrecho cuerpo. Lo peor del golpe es que el impacto contra el suelo redunda sobre todo en caja torácica y cabeza y eso me deja con un suerte de resuello absolutamente incompatible con la actividad física y (másquedecostumbre) un poco tonto.
Afortunadamente la recuperación viene rápido pero se me han ido unos dos o tres minutillos (uno por cada metro de caída) que siempre da pena perder.
Pero hete aquí que con el golpe me pasa lo mismo que a los televisores viejos y los Seat Seiscientos: me arreglo. Salvo la elección de la ruta de la cinco a la seis, que creo que no era la mejor de las varias posibles, de la tercera a la décima baliza voy rápido, sin dudas, y sin fallos.
Y paradojas de la vida, precisamente lo mejor de la carrera, el “alto” nivel de esfuerzo físico que soy capaz de activar (unido al intensísimo calor agravado por el exceso de ropa), me provoca lo peor: un moderado nivel de deshidratación y algo parecido a un "golpe de calor" que me obliga (menos mal que estaba allí) a parar más tiempo de lo previsto en el avituallamiento ubicado en las cercanías de la baliza del espectador (la 10).
De allí al final todo se resume en rutas muy directas, un fallo en el camino a la doce (me desvío demasiado al sur), dos conejos y una coneja, y alta velocidad de carrera.
Hasta aquí lo obvio... o no tan obvio.
Como corro en R3 me enfrento a 7,3 kilómetros de poco desnivel y quince controles. La distancia, en principio excesiva para una carrera del tipo media, se explica por la servidumbres o limitaciones inherentes al plano. Buen trabajo de los trazadores del GOCAN que consiguieron una carrera, además de divertida, lo suficientemente exigente para cumplir con las expectativas de aquellos a los que nos gusta “correr”.
El sábado el calor (muy seco) ya a las nueve de la mañana es insoportable. Como por razones evidentes no sé lo que me voy a encontrar elijo pantalón largo y calzas, detalle este que no os doy por frivolidad sino porque en mi caso va a ser, en buena medida, determinante del resultado final.
Aunque no clavo la primera baliza, tampoco cometo un error de bulto en el acercamiento: me la he pasado, si, pero cuando lo advierto la tengo apenas a veinte metros.
La ruta hasta la segunda tampoco es para tirar cohetes pero tampoco me da mayores problemas: desde el control al camino (quizá voy demasiado directo) que recorro hasta su intersección con el tercero de los cortafuegos que he de encontrarme y de allí al río cuyo cauce sigo (acortando dos o tres meandros) hasta el cortado que busco.
En el camino a la tercera se da el primero de los dos problemas que convierten lo que podría haber sido una carrera muy rápida en una carrera sólo rápida. A mitad de camino, voy directo de la dos a la tres, saliendo a un cortafuegos, me encuentro con un cortado de aproximadamente dos metros y medio o tres que no es gran obstáculo y que, por tanto, me pongo a bajar sin contemplaciones. En el primer paso, que doy con la pierna izquierda, noto que la rodilla se bloquea al quedar la zapatilla atrapada en un pequeño agujero del terreno. El instinto de conservación de la integridad física de mi apreciada articulación me dicta la siguiente acción que no es otra que descargar de la rodilla el peso de mi cuerpo (todo a la sazón) dejando de apoyar la pierna que lo sujeta. Resultado: la caída libre de mis setenta y siete kilos sobre el costado izquierdo de mi, a partir de ese momento, maltrecho cuerpo. Lo peor del golpe es que el impacto contra el suelo redunda sobre todo en caja torácica y cabeza y eso me deja con un suerte de resuello absolutamente incompatible con la actividad física y (másquedecostumbre) un poco tonto.
Afortunadamente la recuperación viene rápido pero se me han ido unos dos o tres minutillos (uno por cada metro de caída) que siempre da pena perder.
Pero hete aquí que con el golpe me pasa lo mismo que a los televisores viejos y los Seat Seiscientos: me arreglo. Salvo la elección de la ruta de la cinco a la seis, que creo que no era la mejor de las varias posibles, de la tercera a la décima baliza voy rápido, sin dudas, y sin fallos.
Y paradojas de la vida, precisamente lo mejor de la carrera, el “alto” nivel de esfuerzo físico que soy capaz de activar (unido al intensísimo calor agravado por el exceso de ropa), me provoca lo peor: un moderado nivel de deshidratación y algo parecido a un "golpe de calor" que me obliga (menos mal que estaba allí) a parar más tiempo de lo previsto en el avituallamiento ubicado en las cercanías de la baliza del espectador (la 10).
De allí al final todo se resume en rutas muy directas, un fallo en el camino a la doce (me desvío demasiado al sur), dos conejos y una coneja, y alta velocidad de carrera.
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Para aquellos que estén preocupados por mi estado de salud (que seguro que son legión...) decirles que las secuelas de la carrera (un fuerte hematoma en la cadera y una contractura en el cuello) aunque todavía hoy son evidentes, van remitiendo.
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Lo que no se me pasa es el plácido estado de ánimo que se me ha quedado después de, a pesar de todo, una buena carrera.
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1 comentario:
oh!espero que vayan remitiendo de verdad.a mi la fiebre me evito tanta caló
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