La liga española empieza para mi
con un poquito más de pena que de gloria pero no mal del todo. Después de una
media en la que he de reconocer que adolezco de precipitación en la toma de
decisiones (excesivo afán por llegar rápido), en la carrera del domingo
prefiero lo seguro a lo célere eligiendo siempre las rutas más seguras lo cual,
todo sea dicho de paso, no impide que cometa un error ciertamente
incomprensible (todavía estoy intentando averiguar que andaba yo pensando para
ir a la cinco por donde lo hice) pero sí que me acerca a disfrutar del
recorrido y de la competición. En el haber varias cosas a valorar: tengo
sensaciones de buena preparación física y de estar divirtiéndome, he notado
mucha mejoría en el aspecto de la reubicación y la corrección de errores, y
como siempre que la competición se acerca a la costa, poder terminar el día en
la playa. En el debe, sobre todo, el dolor que se me ha incrustado en la
espalda después de patear tanta piedra y pasar tanto frío (... es que ya tengo
una edad), haberme dejado llevar por la sobreexcitación cuando eso era
precisamente una de las primeras cosas que tenía previsto evitar, y que como en
el perro flaco todo son pulgas a la avería de la “furgo” he de sumar la del
coche que me dejan para ir a Alicante.
Deseando estoy que llegue Cádiz...
nunca he corrido allí.
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